domingo, 20 de febrero de 2011

7° DOMINGO DURANTE EL AÑO


Mateo 5, 38-48


Tensión entre el Evangelio y ley: nueva escala de valores

Las palabras de Jesús tienen siempre la novedad y la frescura intacta de un manantial. A veces resultan desconcertantes y hasta provocativas, porque trompen lo convencional y lo comúnmente establecido, lo que más se estila o lo que más nos apetece. Por eso, cuando uno se detiene ante ellas, e intenta escuchar u rumor o su eco nunca acallado, entonces surgen las preguntas: ¿Hasta qué punto son razonables? ¿Cómo hay que entenderlas? ¿Nos resultan anacrónicas e inapreciables? ¿Están realmente dichas para un mundo real? ¿Son realmente un mensaje liberador y esperanzado? ¿Sirven para algo en este nuestro mundo?

Estas y otras preguntas hieren nuestra conciencia cristiana, si nos enfrentamos con honestidad y franqueza en este texto evangélico. ¿Cómo entender en una sociedad tan tensa y agresiva como la nuestra eso de presentar la otra mejilla o amar al enemigo? Y, sin embargo, estamos tocando lo que constituye el núcleo más original y específico del Evangelio de Jesús. En el fondo se nos propone la superación y el cambio de la escala de valores que regulaba la vida de aquella sociedad y, tal vez, también de la nuestra. Ahí es nada. Como para no sentirnos desconcertados y provocados…

Amar sin medida. Para entender la novedad de las palabras de Jesús hace falta conocer la ley y las costumbres de aquella época. El pueblo de Israel ya conocía el mandato del amor. En los libros sagrados se dice “Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas”; “no serás vengativo ni guardarás rencor a tus conciudadanos; amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Dt 6,5; Lev 18, 18). Pero este mandato estaba condicionado por las leyes y costumbres de la época, como la ley del Talión (ojo por ojo, diente por diente…). En el mundo de hace más de dos mil años ésta no era una ley de violencia, sino todo lo contrario: era una forma de frenar la violencia, poner límite a la venganza y hacer posible la convivencia, exigiendo que el castigo nunca sobrepasa la ofensa. En este ambiente, Jesús propone otro camino.

La ley del Talión no tiene sentido, porque con la llegada del Reino se hace presente el amor de Dios, un amor comprensivo y sin medida; un amor que rompe las leyes de la correspondencia, porque Dios nos ama antes de lo que lo merezcamos. Al instinto de venganza opone Jesús la no violencia como actitud activa; a la brutalidad, la bondad; al egoísmo, la generosidad. Los ejemplos que se citan pertenecen a la vida cotidiana, y pueden ser ampliados a otras muchas situaciones y ocasiones.

“…Pues yo les digo, amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen”. Nos explica el alcance y el fundamento del amor y de este nuevo estilo de vida que Jesús propone. El amor cotidiano es un amor que no puede quedar reservado al círculo de los más cercanos, a los de mi grupo, a los de mi familia, a los que los aman, sino que alcanza incluso a los enemigos. Es un amor sin fronteras y sólo puede entenderse como expresión del amor de Dios, que es para todos. Los discípulos deben amar así, porque así es como ama Dios. Éste será su signo distintivo.

Las palabras finales “Ustedes sean buenos con todos, como es bueno su Padre del cielo”, son la clave para entender lo que Jesús propone. A imagen de Dios cada uno hemos de ser buenos, justos y no poner barreras al amor.

No es extraño que las palabras de Jesús resuenen en nuestra sociedad como un grito ingenuo además de discordante. Y, sin embargo, quizá sean las palabras que más necesitamos escuchar todos cuando, sumidos en la perplejidad, no sabemos qué hacer para arrancar la violencia de nuestro entorno, de nuestra sociedad, de nuestro mundo. El Evangelio de Jesús de hoy no plantea soluciones técnicas a nuestros conflictos, pero sí para descubrirnos en qué actitud debemos abordarlos.

El otro no es sólo “enemigo”. Es un ser humano, alguien que sufre y goza, que busca y espera. Alguien que salió de las manos del Padre para disfrutar un día de la vida plena. El “enemigo” empieza a ser otra cosa de lo que nosotros vemos en él cuando lo contemplamos sencillamente como persona. “Amar al enemigo” no es introducirlo en el circulo intimo de nuestras amistades, pero sí aceptarlo como persona, como hermano, aunque haya perdido el derecho a ser tratado con justicia y humanidad. “Amar al enemigo” no significa tolerar las injusticias y retirarse cómodamente de la lucha contra el mal. Lo que Jesús ha visto con claridad es que no se lucha contra el mal y no se construye Reino cuando se destruye a las personas. Hay que combatir la injusticia y el m al sin buscar la destrucción del adversario.

No es la ostentación de sentimientos ni el uso de palabras afables el mejor criterio para verificar el amor cristiano, sino el comportamiento solícito por el otro. Por lo general, un servicio humilde al necesitado encierra, casi siempre, más amor que muchas palabras efusivas. Pero se ha insistido, a veces, de tal manera en el esfuerzo de la voluntad, que hemos llegado a privar a la caridad de su contenido afectivo. Y, sin embargo, el amor cristiano, que nace de lo profundo de la persona, y que quiere ser reflejo y expresión del amor del Padre que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos, no se contenta con hacer el bien; inspira y orienta, no sólo la voluntad, también los sentimientos, y se traduce en afecto cordial, en misericordia.

Amar al prójimo es hacerle bien, pero significa también aceptarlo, respetarlo, descubrir lo que hay en él de amable, hacerle sentir nuestra acogida y amor. Jesús insiste en desplegar esta cordialidad no sólo ante el amorgo o la persona agradable, sino incluso ante quien nos rechaza. “Si saludan sólo a sus amigos…” ¿qué hacen de extraordinario?”. Son palabras suyas que nos revelan su sentido de ser el talante que anhela y nos propone para el Reino.

Reflexionamos y oramos…

Exponerse a la palabra. La Palabra de Dios nunca nos deja indiferente. Es Buena Noticia engendradora de vida. Orar es exponerse a su Palabra, sólo exponerse, Dios hará lo otro.
Aprender a ser hijos y a ser hermanos. Es el reto de toda persona que escucha y acoge la Buena Noticia. Reto que nos desinstala siempre.
Revisar nuestra escala de valores. No siempre hemos construido en compañía de Jesús. Orar es revisar nuestra escala de valores o nuestra mochila, para sentirnos ligeros de equipaje, o con yugo suave…, libres y alegres.
Dejarnos amar por Dios, Padre-Madre, que nos cuida, nos guía, nos abraza. Estar, acoger, aceptar.
Amar como Él. Saliendo de nosotros mismos y de nuestro entorno. Pedir a Dios los ritmos de su querer. Ir más allá de la cordialidad, la ingenuidad y el conformismo.

domingo, 30 de enero de 2011

4°DOMINGO DURANTE EL AÑO



LAS BIENAVENTURANZAS



Las bienaventuranzas son la síntesis de la vida cristiana. Las palabras de Jesús tienen un marco solemne. Habla desde el monte, lugar tradicional de la manifestación de Dios, y sentado cerca de sus discípulos, rodeado de la multitud que le siguen, y en actitud de enseñar.
Los destinatarios son todos. Somos todos.

Son como un resumen de lo que viene después. Se soporta en un estilo literario muy conocido en la tradición sapiencial judía (Sal 1, 1; 33, 12; Prov. 3, 3) y utilizando otras veces por Jesús. Mateo va señalando pistas que conducen a la verdadera felicidad. Los que viven según el estilo del Reino y encarnan estas actitudes (es decir, los que practican la justicia), aunque sean perseguidos, serán dichosos y tendrán su recompensa en Dios.

Los gritos de alegría de Jesús por la llegada del Reino de Dios y la liberación que viene de Jesús, fueron interpretadas en las comunidades de Mateo como orientaciones para la conversión y el cambio de vida que exige dicho acontecimiento.

En cada bienaventuranza existe una tensión entre la situación presente y la que está a punto de brotar. Los pobres, los que sufren, los que tienen hambre, los misericordiosos van a ver cambiada su suerte. La actual situación no es querida por Dios.

Las bienaventuranzas declaran dichosas las personas a personas consideradas malditas y desgraciadas. La primera de ellas resume de algún modo las demás: llama dichosos a los pobres de espíritu a los que han puesto la confianza sólo en Dios, y al mismo tiempo invita a adoptar esa actitud a todos los que quieran tener parte en el Reino. Jesús no proclama a los pobres “dichosos” por el hecho de ser pobres, ni menos aún señala la pobreza como un ideal de vida. La dicha de los pobres radica en el mismo hecho de que ya ha llegado para ellos el Reino de Dios y en que Dios los ama.

Las bienaventuranzas son una proclamación mesiánica, un anuncio de que el Reino de Dios ha llegado. Los profetas había descripto el tiempo mesiánico como el tiempo de los pobres, los hambrientos, perseguidos y los inútiles iban a sentirse ricos, saciados, respetados, útiles.

Jesús proclama que ese tiempo ha llegado, de ahí la alegría y el gozo sean algo fundamental en las bienaventuranzas. No son una ley, ni un código, ni una norma moral: son Evangelio, anuncio gozoso de la realización del Reino.

Jesús proclama que ha llegado el tiempo mesiánico y es para todos. Ante el amor de Dios no hay próximos y lejanos, no hay marginados. No van dirigidos a individuos aislados o a una elite de consagrados, sino a los creyentes, a todos los discípulos de Jesús.
Jesús las proclamó y las vivió. Por eso, la proclamación de las bienaventuranzas van precedida de un sumario de su actividad: le rodeaban enfermos de toda clase, de diversos males, endemoniados, epilépticos, paralíticos y él los curaba.

Quienes viven con el Maestro, quienes viven las actitudes del Reino, quienes viven las bienaventuranzas, serán injuriados y perseguidos. La persecución es señal tarde o temprano acompañan a los que entran en la dinámica del Reino y trabajan por él.

Dios no es apático. Dios sufre donde sufre el amor. Por eso, el futuro proyectado por Dios pertenece a esos hombres y mujeres que sufren porque apenas hay lugar para ellos en el corazón de los hermanos y en esta sociedad.

Vivimos un mundo cada vez más apático, en el que está creciendo la incapacidad para percibir el sufrimiento ajeno, la incapacidad de sufrir. La organización de la vida moderna parece ayudar a encubrir la miseria y la soledad de la gente y ocultar el sufrimiento hondo de las personas. En medio de esta sociedad se hace todavía más significativo el mensaje de las bienaventuranzas y la fe cristiana en un Dios crucificado que ha querido sufrir junto a los abandonados de este mundo.

Todos sabemos por experiencia, que la vida está sembrada de problemas y conflictos. Pero a pesar de todo podemos decir que la “felicidad interior” es uno de los mejores indicadores para saber si una persona está acertando en el difícil arte de vivir. Se puede afirmar incluso que la verdadera felicidad no es sino la vida misma cuando es vivida con acierto y plenitud.

Nuestro problema consiste en que la sociedad actual no programa para buscar la felicidad por caminos equivocados, que casi inevitablemente nos conducirán a vivir de manera desdichada.

Las bienaventuranzas nos invitan a preguntarnos si tenemos la vida bien plantada o no. ¿Qué sucedería en mi vida si yo acertara vivir con un corazón más sencillo, sin tanto afán de seguridad, con más limpieza interior, más acento a los que sufren, con la confianza en un Dios que me ama de manera incondicional?

Nadie sabe dar una respuesta totalmente convincente y clara cuando se nos pregunta sobre la felicidad: ¿Qué es? ¿Cómo alcanzarla? ¿Por qué caminos? No se logra la felicidad de cualquier manera, la felicidad no se compra. Por eso hay personas tristes a pesar de que cada día hay más ofertas y caminos para ser feliz.

Entonces, en qué creer: en las Bienaventuranzas de Jesús o en los reclamos de nuestra sociedad? Uno se va haciendo creyente cuando va descubriendo prácticamente qu somos más felices cuando amamos. Es una equivocación pensar que el cristiano está llamado a vivir renunciando y sacrificándose más que los demás, de manera más feliz que los otros.

Ser cristiano, es buscar la felicidad, una felicidad que comienza aquí, y que alcanzará su plenitud final con Dios.

Si las bienaventuranzas aparecen como Buena Noticia quiere decir que su mensaje no es algo vacio o hueco, sino una realidad presente en nuestra sociedad.

Hay en nuestro mundo frutos y signos de la Buena Noticia del Reino. Hemos de ser capaces de descubrirlos. Quien no percibe los signos del Reino ya presente no puede experimentar su cercanía, ni seguir creyendo en su radical utopía de amor, justicia, paz, fraternidad, verdad, solidaridad, pues, sólo desde la experiencia se puede creer.

domingo, 16 de enero de 2011

2° DOMINGO DURANTE EL AÑO




Tiempo ordinario (A) Juan 1, 29-34



HAMBRE DE ESPIRITUALIDAD
JOSÉ ANTONIO PAGOLA





ECLESALIA, 12/01/11.- Las primeras generaciones cristianas sabían muy bien que "bautizarse" significa literalmente sumergirse en el agua, bañarse o limpiarse. Por eso, diferenciaban muy bien el "bautismo de agua" que impartía el Bautista en las aguas del Jordán y el "bautismo de Espíritu Santo" que reciben de Jesús.

El bautismo de Jesús no es un baño corporal que se recibe sumergiéndose en el agua, sino un baño interior en el que nos dejamos empapar y penetrar por su Espíritu, que se convierte dentro de nosotros en un manantial de vida nueva e inconfundible.

Por eso, los primeros cristianos bautizaban invocando el nombre de Jesús sobre cada bautizado. Pablo de Tarso dice que los cristianos están bautizados en "Cristo" y, por eso, han de sentirse llamados a "vivir en Cristo", animados por su Espíritu, interiorizando su experiencia de Dios y sus actitudes más profundas.

No es difícil observar en la sociedad moderna signos que manifiestan un hambre profunda de espiritualidad. Está creciendo el número de personas que buscan algo que les dé fuerza interior para afrontar la vida de manera diferente. Es difícil vivir una vida que no apunta hacia meta alguna. No basta tampoco pasarlo bien. La existencia termina haciéndose insoportable cuando todo se reduce a pragmatismo y frivolidad.

Otros sienten necesidad de paz interior y de seguridad para hacer frente a sentimientos de miedo y de incertidumbre que nacen en su interior. Hay quienes se sienten mal por dentro: heridos, maltratados por la vida, desvalidos, necesitados de sanación interior.
Son cada vez más los que buscan algo que no es técnica, ni ciencia, ni ideología religiosa. Quieren sentirse de manera diferente en la vida. Necesitan experimentar una especie de "salvación"; entrar en contacto con el Misterio que intuyen en su interior.

Nos inquieta mucho que bastantes padres no bauticen ya a sus hijos. Lo que nos ha de preocupar es que muchos y muchas se marchan de nuestra Iglesia sin haber oído hablar del "bautismo del Espíritu" y sin haber podido experimentar a Jesús como fuente interior de vida.

Es un error que en el interior mismo de la Iglesia se esté fomentando, con frecuencia, una espiritualidad que tiende a marginar a Jesús como algo irrelevante y de poca importancia. Los seguidores de Jesús no podemos vivir una espiritualidad seria, lúcida y responsable si no está inspirada por su Espíritu. Nada más importante podemos hoy ofrecer a las personas que una ayuda a encontrarse interiormente con Jesús, nuestro Maestro y Señor.

domingo, 9 de enero de 2011

BAUTISMO DE JESUS


Andaba San Juan Bautista por las orillas del Jordán bautizando y exhortando a penitencia, cuando llegó a él el Salvador del mundo, de treinta años de edad. Al acercarse al Bautista, conoció éste, por luz sobrenatural, que el que venía a pedirle el bautismo era el Mesías verdadero; y así, al ver al Salvador, exclamó: Pues qué, Senior, ¿Vos venís a mí a ser bautizado, cuando debo yo ser bautizado de Vos? EL Señor le contestó que convenía sujetarse a los decretos de la divina Sabiduría. Se abrió el Cielo y vio San Juan que el Espíritu Santo bajaba sobre Jesucristo en figura de paloma, y al mismo tiempo oyó una voz que decía: Este es mi Hijo querido, en el que tengo Yo todas mis complacencias.


Bautizándose Jesús, nos enseñó la necesidad del bautismo para todos, y además su humildad; autorizó el bautismo del Bautista; el Espíritu Santo declaró la divinidad del Salvador, y por último, santificó las aguas habilitándolas para redimir los pecados.

jueves, 6 de enero de 2011

EPIFANIA DEL SEÑOR


Epifanía significa "manifestación". Jesús se da a conocer. Aunque Jesús se dio a conocer en diferentes momentos a diferentes personas, la Iglesia celebra como epifanías tres eventos:

Su Epifanía ante los Reyes Magos (Mt 2, 1-12)

Su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán

Su Epifanía a sus discípulos y comienzo de Su vida pública con el milagro en Caná.

La Epifanía que más celebramos en la Navidad es la primera.

La fiesta de la Epifanía tiene su origen en la Iglesia de Oriente. A diferencia de Europa, el 6 de enero tanto en Egipto como en Arabia se celebraba el solsticio, festejando al sol victorioso con evocaciones míticas muy antiguas. Epifanio explica que los paganos celebraban el solsticio invernal y el aumento de la luz a los trece días de haberse dado este cambio; nos dice además que los paganos hacían una fiesta significativa y suntuosa en el templo de Coré. Cosme de Jerusalén cuenta que los paganos celebraban una fiesta mucho antes que los cristianos con ritos nocturnos en los que gritaban: "la virgen ha dado a luz, la luz crece".

Entre los años 120 y 140 AD los gnósticos trataron de cristianizar estos festejos celebrando el bautismo de Jesús. Siguiendo la creencia gnóstica, los cristianos de Basílides celebraban la Encarnación del Verbo en la humanidad de Jesús cuando fue bautizado. Epifanio trata de darles un sentido cristiano al decir que Cristo demuestra así ser la verdadera luz y los cristianos celebran su nacimiento.

Hasta el siglo IV la Iglesia comenzó a celebrar en este día la Epifanía del Señor. Al igual que la fiesta de Navidad en occidente, la Epifanía nace contemporáneamente en Oriente como respuesta de la Iglesia a la celebración solar pagana que tratan de sustituir. Así se explica que la Epifanía se llama en oriente: Hagia phota, es decir, la santa luz.

Esta fiesta nacida en Oriente ya se celebraba en la Galia a mediados del s IV donde se encuentran vestigios de haber sido una gran fiesta para el año 361 AD. La celebración de esta fiesta es ligeramente posterior a la de Navidad.

Los Reyes Magos

Mientras en Oriente la Epifanía es la fiesta de la Encarnación, en Occidente se celebra con esta fiesta la revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía. La celebración gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos (Mt 2 1-12) como símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador de toda la humanidad.

De acuerdo a la tradición de la Iglesia del siglo I, se relaciona a estos magos como hombres poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al oriente del Mediterráneo, hombres que por su cultura y espiritualidad cultivaban su conocimiento de hombre y de la naturaleza esforzándose especialmente por mantener un contacto con Dios. Del pasaje bíblico sabemos que son magos, que vinieron de Oriente y que como regalo trajeron incienso, oro y mirra; de la tradición de los primeros siglos se nos dice que fueron tres reyes sabios: Melchor, Gaspar y Baltazar. Hasta el año de 474 AD sus restos estuvieron en Constantinopla, la capital cristiana más importante en Oriente; luego fueron trasladados a la catedral de Milán (Italia) y en 1164 fueron trasladados a la ciudad de Colonia (Alemania), donde permanecen hasta nuestros días.

El hacer regalos a los niños el día 6 de enero corresponde a la conmemoración de la generosidad que estos magos tuvieron al adorar al Niño Jesús y hacerle regalos tomando en cuenta que "lo que hiciereis con uno de estos pequeños, a mi me lo hacéis" (Mt. 25, 40); a los niños haciéndoles vivir hermosa y delicadamente la fantasía del acontecimiento y a los mayores como muestra de amor y fe a Cristo recién nacido

(Extraido de AciPrensa)

domingo, 2 de enero de 2011

SEGUNDO DOMINGO DE NAVIDAD


Prólogo al evangelio de San Juan (GEP, 1998)


Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18:


Al principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio del Verbo y sin él no se hizo nada de todo lo que existe. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibie­ron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. El Verbo era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. El estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: «Éste es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo.» De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.


SERMÓN

Desde la tierna humildad del pesebre de Belén y el bebe dormido en los brazos de su madre, Juan hoy nos sacude y nos eleva al centro mismo del misterio que Navidad conmemora.
El pequeño hijo de María no es otro que Aquel que desde la eternidad es palabra del Padre.
En el principio era el Verbo. "In principio erat Verbum", dice el latín. "En arjé ên 'o logos" , el griego. "Bereshit haïa ha dabar" , el hebreo.


Es claro que la palabra ' verbo '', para nosotros, que hemos estudiado gramática y repetido trabajosamente pluscuamperfectos, subjuntivos e imperativos, nos habla más de maestras con su lápiz colorado marcando los errores de nuestros cuadernos que de lo que el término quiere decir en labios de San Juan.

Por eso algunos prefieren traducir "En el principio era la Palabra ". Pero tampoco el término palabra vierte bien el significado. 'Palabra', para nosotros, es el sonido proferido o dibujado en letras. De palabras vacías puro ruido o pura tinta está lleno el mundo.
La verdad es que no hay término español adaptado para verter el vocablo 'logos' del griego original, ni verbo, ni palabra. Porque 'Logos' no solo quiere decir palabra exterior, sino sobre todo la idea interior, que es expresada, luego, en sonido o grafía. Antes que nada 'logos' es pensamiento; de allí vienen los vocablos 'lógica' o, por ejemplo, teo-logía, la ciencia sobre Dios, o bio-logía, la ciencia de la vida.

De tal modo que desde el griego más aproximadamente habría que traducir "En el principio era el pensamiento", o "la idea". Pero tampoco esta sería una traducción exacta, porque la idea de por si puede ser un pensamiento abstracto y estático que queda en la mente del que lo piensa y nunca surge en forma de acción, o en términos mediante los cuales se comunique.
Al significado griego del texto en que nos ha llegado el evangelio, habría que añadir, si queremos entender a Juan que pensaba como judío, el sentido del hebreo subyacente 'dabar'. Y 'dabar' en hebreo hace referencia no solo a la palabra o a la idea, sino al acto mismo de decir, hablar o pensar. Pero pensar no para uno mismo, sino pensar 'para alguien' o 'para algo'. Tanto es así que 'dabar' también puede significar la misma cosa pensada. Así, aunque dabar designe el pensamiento, la idea interior, o mejor dicho el acto de pensarla o idearla, siempre connota una extroversión, comunicación, plasmación de esa idea para darla a otro. La traducción entonces tendría que rezar algo así: "Al principio era el decirse o el comunicarse ".


Por eso la palabra el dabar hebreo es, el que está detrás de la acción creadora de Dios. De hecho el prólogo del evangelio de Juan que hemos leído es una paráfrasis del antiguo poema de la creación que figura al inicio del Génesis. "En el principio creó Dios" y crea, precisamente por medio de la palabra, del logos, del dabar: "Y dijo Dios, sea la luz, y la luz existió". Por eso Juan continúa "Todas las cosas fueron hechas por medio del Verbo y sin él no existe nada de todo lo que existe ".

Así pues cuando se habla de que en el principio existía el Verbo, lo que quiere decir nuestro evangelio es ciertamente que el existir de Dios es pensamiento, sabiduría, pero de ninguna manera un pensamiento que se cierre sobre si mismo, una automeditación eterna, sino un existir personal que se extrovierte, que conscientemente se dice de tal manera que se plasma en otra persona, en el Verbo, en la palabra interior. Juan, en estos versículos sublimes de su evangelio, sienta las bases de lo que luego será en la teología trinitaria, la generación de la segunda Persona. Pero aquí lo que nos interesa es que este pensamiento sabio, luminoso, es el que estructura toda la realidad creada y la existencia misma del hombre, " el verbo era la luz verdadera que ilumina a todo hombre ". Con esto Juan nos habla de que detrás de la existencia del universo y de nuestras propias vidas no hay simplemente el caos, ni un agujero negro, ni la pura casualidad, ni la sola materia, sino un pensamiento sabio que estructura la realidad, le da sentido, nos llama a la existencia a cada uno por nuestro nombre y nos interpela mediante todo lo que sucede. Sosteniendo y manejando todo lo que existe y pasa, está el Verbo, el pensamiento, la palabra, no el absurdo. Pero además, Juan afirma, se trata de una palabra que se dirige a alguien, no que resuena en el vacío -como cuando hablan solos los locos-. La realidad dicha por Dios para hablarnos con ella. Dios nos habla a través de todo lo que crea por el Verbo, por su Palabra, desde las estrellas que brillan en la noche, hasta el problema que nos aqueja o el prójimo que aparece en nuestras vidas.

Que todo es creado por el Verbo nos dice, pues, de la estructura dialogal del universo: de un lado Dios hablándonos a través de su creación y su providencia; del otro, nosotros, abiertos o sordos a su palabra. No hay acontecimientos inertes o indiferentes, ni cosas mudas; todo es elocuencia de Dios, palabra de Dios que nos reclama. Y por lo tanto todo tiene sentido, significado, aún lo más supuestamente absurdo que pueda pasarnos, lo más aparentemente trágico, porque todo es manifestación del Verbo, sabiduría de Dios, aunque no siempre lo entendamos.

Y porque el hombre en el extravío de su ignorancia a veces se olvida del lenguaje de las cosas y los acontecimientos, y se hace obtuso para escuchar la palabra seductora de Dios hablándole en la realidad que lo rodea, por eso, al final Éste termina por hacerse plenamente transparente en Jesús, el Verbo, la palabra hecha carne.

El decir de Dios, plasmado de mil maneras en el universo y hasta en el más mínimo detalle de la vida de cada uno, se hace palabra clara, resumida, "abreviada" -como decía San Agustín- en el hijo de María. Todo lo que Dios puede hacer saber de si mismo al hombre lo dice en Jesús.


Jesús es la clave final del lenguaje de Dios en su creación. La gloria de Dios se hace visible en el hombre Cristo. Si había en la realidad estudiada por los científicos y los sabios algo inexplicado, si había, sobre todo en la vida humana, incoherencias inaceptables, como por ejemplo, el dolor y la muerte, que nos hacían difícilmente admisible que el mundo fuera creado por alguien bueno y sabio, ahora, mediante el Señor Jesús, se hace todo claro. ¡Hasta el mismo sufrir y el morir que, en El, se hacen camino de Resurrección!


Pero, al mismo tiempo, Jesús es el medio por el cual Dios nos eleva a su propia vida, haciéndonos su hijos. Porque Dios, que es palabra, Verbo, desde la eternidad, entrega mutua en el misterio trinitario, diálogo de amor, se hace entrega de si a los hombres en Jesús de Nazaret. Aceptarlo en la fe, entrar en diálogo con El, dejarnos 'ser dichos' por El, nos hace ingresar en el diálogo trinitario y, en el Hijo, ser también nosotros hijos de Dios.


El prólogo de Juan es, pues, la ilustración más cabal de lo que ha sucedido en Navidad y de lo que realmente tendría que suceder en nosotros si, viviendo en serio nuestra condición cristiana, asimilando el verbo, el dabar, el logos, la palabra de Dios hecha carne en nuestro propio ser y nuestra propia vida, -a la manera de María: "hágase en mi según tu palabra"- nos dejáramos decir, recrear, desde dentro, como verdaderos hermanos de Jesús y, por lo tanto, como hijos del Padre, llamados para siempre a compartir su gloria.
(Sermones de Navidad – Pbro. Gustavo Podestá)

Mensaje Jornada Mundial de la Paz


“La libertad religiosa, camino para la paz”, es el lema del Mensaje del Papa Benedicto XVI para la XLIV Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el 1 de enero de 2011. “Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe. Muchos sufren cada día ofensas y viven frecuentemente con miedo por su búsqueda de la verdad, su fe en Jesucristo y por su sincero llamamiento a que se reconozca la libertad religiosa. Todo esto no se puede aceptar, porque constituye una ofensa a Dios y a la dignidad humana; además es una amenaza a la seguridad y a la paz, e impide la realización de un auténtico desarrollo humano integral .


En efecto, en la libertad religiosa se expresa la especificidad de la persona humana, por la que puede ordenar la propia vida personal y social a Dios, a cuya luz se comprende plenamente la identidad, el sentido y el fin de la persona. Negar o limitar de manera arbitraria esa libertad, significa cultivar una visión reductiva de la persona humana, oscurecer el papel público de la religión; significa generar una sociedad injusta, que no se ajusta a la verdadera naturaleza de la persona humana; significa hacer imposible la afirmación de una paz auténtica y estable para toda la familia humana”, afirma el Pontífice en su Mensaje con fecha del 8 de diciembre de 2010.

sábado, 1 de enero de 2011

SANTA MARIA, MADRE DE DIOS



La Solemnidad de Santa María Madre de Dios es la primer Fiesta Mariana que apareció en la Iglesia Occidental, su celebración se comenzó a dar en Roma hacia el siglo VI, probablemente junto con la dedicación –el 1º de enero– del templo “Santa María Antigua” en el Foro Romano, una de las primeras iglesias marianas de Roma.

La antigüedad de la celebración mariana se constata en las pinturas con el nombre de “María, Madre de Dios” (Theotókos) que han sido encontradas en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma, donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa en tiempos de las persecuciones.

Más adelante, el rito romano celebraba el 1º de enero la octava de Navidad, conmemorando la circuncisión del Niño Jesús. Tras desaparecer la antigua fiesta mariana, en 1931, el Papa Pío XI, con ocasión del XV centenario del concilio de Éfeso (431), instituyó la Fiesta Mariana para el 11 de octubre, en recuerdo de este Concilio, en el que se proclamó solemnemente a Santa María como verdadera Madre de Cristo, que es verdadero Hijo de Dios; pero en la última reforma del calendario –luego del Concilio Vaticano II– se trasladó la fiesta al 1 de enero, con la máxima categoría litúrgica, de solemnidad, y con título de Santa María, Madre de Dios.

De esta manera, esta Fiesta Mariana encuentra un marco litúrgico más adecuado en el tiempo de la Navidad del Señor; y al mismo tiempo, todos los católicos empezamos el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María.

El Concilio de Éfeso

En el año de 431, el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, afirmando: “¿Entonces Dios tiene una madre? Pues entonces no condenemos la mitología griega, que les atribuye una madre a los dioses”. Ante ello, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso –la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años– e iluminados por el Espíritu Santo declararon: “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”. Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".

Asimismo, San Cirilo de Alejandría resaltó: “Se dirá: ¿la Virgen es madre de la divinidad? A eso respondemos: el Verbo viviente, subsistente, fue engendrado por la misma substancia de Dios Padre, existe desde toda la eternidad... Pero en el tiempo él se hizo carne, por eso se puede decir que nació de mujer”.

Madre del Niño Dios

“He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”
Es desde ese fiat, hágase que Santa María respondió firme y amorosamente al Plan de Dios; gracias a su entrega generosa Dios mismo se pudo encarnar para traernos la Reconciliación, que nos libra de las heridas del pecado.

La doncella de Nazareth, la llena de gracia, al asumir en su vientre al Niño Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad, se convierte en la Madre de Dios, dando todo de sí para su Hijo; vemos pues que todo en ella apunta a su Hijo Jesús.

Es por ello, que María es modelo para todo cristiano que busca día a día alcanzar su santificación. En nuestra Madre Santa María encontramos la guía segura que nos introduce en la vida del Señor Jesús, ayudándonos a conformarnos con Él y poder decir como el Apóstol “vivo yo más no yo, es Cristo quien vive en mí”.

martes, 28 de diciembre de 2010

Santos Inocentes


De acuerdo a un relato del Evangelio de san Mateo (2, 13-13), el Rey Herodes mandó matar a los niños de Belén menores de dos años al verse burlado por los magos de Oriente que habían venido para saludar a un recién nacido de estirpe regia.

A partir del siglo IV, se estableció una fiesta para venerar a estos niños, muertos como "mártires" en sustitución de Jesús. La devoción hizo el resto. En la iconografía se les presenta como niños pequeños y de pecho, con coronas y palmas (alusión a su martirio). La tradición oriental los recuerda el 29 de diciembre; la latina, el 28 de diciembre. La tradición concibe su muerte como "bautismo de sangre" (Rm 6, 3) y preámbulo al "éxodo cristiano", semejante a la masacre de otros niños hebreos que hubo en Egipto antes de su salida de la esclavitud a la libertad de los hijos de Dios (Ex 3,10; Mt 2,13-14). En nuestro tiempo continúa la masacre de inocentes. Millones son masacrados por el aborto, millones más mueren abandonados al hambre... ¿Qué haces?.

Una voz se escucha en Ramá: gemidos y llanto amrgo: Raquel está llorando a sus hijos, y no se consuela, porque ya no existen" -Jr 31,15.

lunes, 27 de diciembre de 2010

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA


HUIDA A EGIPTO. NUEVO EXODO

Contemplemos y oremos…. Lucas 2, 13-23

Estar a la escucha de la Palabra de Dios que es buena y nueva…
Oír los gritos de hoy, los llantos y lamentos que resuenan hoy en nuestro mundo cercano y lejano…
Descubrirse extranjero, sin patria, sin tierra definitiva, sin posesiones propias. Desapegarme, verme emigrante, caminante… Adorar sólo a Dios.
Dar gracias a Dios… por la familia que tengo, por mis amigos, por mi pueblo, por mi comunidad, por las personas que mi han ayudado y me ayudan, que me respetan y abren horizontes…
Buscar en la sencillez de la existencia diaria de tantas vidas anónimas de hombres y mujeres, que silenciosamente hacen crecer el mundo y siguen prendiendo su llama como centellas entre juncos secos, la Sabiduría, la Buena Noticia, al Mesías, a Dios que anda en nuestro mundo.

TIEMPO DE NAVIDAD



Vivir la Navidad y oremos… Lucas 2, 1-14

Acércate a Belén a escuchar el Evangelio…
Acércate a Belén para dejarte querer
Acércate a Belén para recibir esa gran alegría que es para todo el pueblo…
Acércate a Belén a tocar la debilidad de Dios

La Fundación Di Pasquo a sus amigos...


Muchas veces esperamos a Jesús caminando glorioso y triunfate en nuestras vidas, pero pocas veces comprendemos que Cristo llega a nosotros de una manera sencilla y humilde como es un niño envuelto en pañales esperando que le tendamos una mano.


El amor de Jesucristo se manifiesta en nosotros en Navidad y durante el año, a través del servicio a los demás especialmente a los necesitados. Su generoso compartir hace de todos un amor hecho servicio.


Feliz Navidad y un Año Nuevo 2011 lleno de paz

domingo, 19 de diciembre de 2010

4° DOMINGO DE ADVIENTO




Anuncio y nacimiento de Jesús
Mt 1, 18-24

Este texto no intenta tanto darnos a conocer detalladamente el nacimiento de Jesús cuanto adelantarnos su cometido, el alcance salvífico de su misión, su verdadero ser.
Mateo afirma que Jesús procede de Dios a través de la acción misteriosa del Espíritu en María, y que la vinculación de Jesús con Israel es sólo legal, pues acontece a través de la paternidad adoptiva de José.

“María, su madre, estaba prometida a José”. Entre los judíos esta promesa comportaba un compromiso matrimonial casi definitivo, hasta el punto que, si la pareja tenía un hijo, éste era considerado legitimo de ambos. En caso de infidelidad, la ley de Moisés preveía dos soluciones: la denuncia pública y consiguiente lapidación; o la separación en privado. José, que era junto, sin dejar de ser obediente a la ley, elige la segunda.

El relato está lleno de detalles prodigiosos: la aparición de un mensajero de Dios, la manifestación de la voluntad de Dios a través del sueño, la natural perplejidad de José… Todos ellos confluyen en un mismo punto: Jesús no es sólo hijo de Abraham y de David, sino que es, sobre todo, Hijo de Dios. Si en la genealogía aparece vinculado a Abraham y a David, aunque sólo sea de forma legal, aquí, por la acción del Espíritu Santo, se os desvela que es Hijo de Dios.

El que Jesús nazca de María por la acción del Espíritu Santo es una forma de expresar su divinidad y mesianidad. Pero no pensamos que el Espíritu Santo realiza la función del varón en su concepción. El Espíritu Santo es principio de vida y nos muestra el origen divino de Jesús, pero no podemos pensar, sin entrar en una contradicción, que su acción sea al modo humano.
El nombre de Jesús envuelve toda la narración. Jesús significa “Dios salva” y describe, en apretada síntesis, cuál será su misión: “salvar a su pueblo de sus pecados”.
“Todo esto sucedió para que se cumpliese…”, cuyo propósito es subrayar que en Jesús se realizan las promesas que Dios había hecho a su pueblo.

Al citar a Isaías, Mateo subraya el nombre del niño que nacerá: “Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”. Reafirma así la certeza que tienen sus destinatarios de que, en Jesús, Dios se ha hecho cercano. Así Mateo nos ha hecho la primera presentación de Jesús: hijo de Abraham y de David, Mesías prometido, Hijo de Dios y presencia cercana suya entre nosotros (Emmanuel)

La solidaridad de Dios. La fe cristiana se fundamenta en una afirmación sencilla y escandalosa: Dios ha querido hacerse hombre. Ha querido compartir con nosotros la aventura de la vida, saber por experiencia propia qué es vivir en este mundo, gozar, sufrir y crecer, caminar con nosotros.
Ser cristiano es descubrir con gozo que “Dios-está-con-nosotros”, intuir desde la fe que Dios está en el corazón de nuestra existencia y en fondo de nuestra historia humana, compartiendo nuestros problemas y aspiraciones, conviviendo la vida de cada persona. Este gesto de Dios, que se solidariza con nosotros y comparte nuestra historia es el que sostiene, en definitiva, nuestra esperanza. Dios ha querido ser uno de los nuestros. Su nombre propio es Emmanuel, el Dios-con-nosotros.

La fe en un Dios hacho hombre nos debería ayudar a los cristianos, no sólo agradecer la solidaridad de Dios, sino a creer más en el hombre en quien siempre hay, a tenor de Dios, más cosas dignas de admiración que de desprecio.
A propósito del nombre. A José se le indica que ponga a su hijo el nombre de Jesús, porque Ël salvará a su pueblo de todos sus pecados. Sin embargo, para la mentalidad semita, el nombre no es algo indiferente y casual, sino que expresa el ser mismo de la persona, su misión, su destino. Por ello, los primeros cristianos descubrieron en el nombre arameo de Jesús (Yehosua=”Yahveh salva”) el contenido profundo de su vida y misión. Por eso, todos tenemos un nombre en el corazón de ese Dios que ha querido compartir nuestra vida. A todos y a cada uno de nosotros nos conoce y nos llama por nuestro propio nombre. Para Dios todos somos únicos e irrepetibles; todos tenemos una misión insustituible.

Un hombre justo. “José, su esposo, que era justo (=bueno, recto, en otras traducciones) y no quería denunciarla, decidió separarse de ella en secreto”. Para Mateo, José es justo sobre todo porque, comprobando una presencia de Dios, un plan divino que le supera, no quiere ser obstáculo y se retira sin pretensiones. “Justo” tiene entonces el sentido de aceptación del plan de Dios, aunque éste desconcierte y ponga patas arriba el propio. Y de eso es modelo José. El hombre que tuvo sus dudas, que no vio claro ni entendió, acepta, sin embargo, la acción de Dios y, al aceptarla, su actuación se convierte en algo muy importante. Su protagonismo está siempre al servicio del plan de Dios.

De José y su actuación hay mucho que aprender: aceptar el plan de Dios, no ponerle obstáculos, estar a su servicio, saber caminar aun en el desconcierto, no juzgar ni herir a las personas, aceptar el misterio aunque nos supere, saber vivir un proyecto de pareja, respetar al otro, no intentar ser protagonistas, creer en un Dios encarnado, aceptar su salvación…

Dios está cerca. Mateo abre con la proclamación de que Jesús pertenece a nuestra historia y que Él es Emmanuel y se cierra con este m mensaje y promesa del mismo Jesús: “Miren que estoy con ustedes cada día hasta el fin del mundo”.
El sigue siendo, hoy, el Dios con nosotros. No solamente está presente en la comunidad, sino que es su salvador, su fundamento y apoyo. Mateo no pierde oportunidad de indicarnos los lugares privilegiados de la presencia del Señor: en la comunidad reunida en su nombre (18, 20), en los apóstoles misioneros (10, 40), en los hermanos necesitados (25, 31), en la comunidad cuando anuncia la Buena Noticia (28, 20)…
Dios está cerca. Éste es mensaje del Evangelio entero. Dios está con nosotros. Dios está cerca de ti, ahí donde tú estás, con tal de que te abras al Misterio, al Espíritu como María. El Dios inaccesible se ha hecho humano y su cercanía nos envuelve. En cada uno de nosotros puede nacer Dios. En cada uno puede acontecer una verdadera Navidad.

Para reflexionar…

Aprender de José. A no poner obstáculos al plan de Dios. A vivir con Dios y con las personas.
Aprender de María. Aprender a ser hueco, seno, vientre, tierra virgen para Dios. Aprender a gestar y a dar a luz a Jesús.
Hacer efectiva la solidaridad de Dios. Dar testimonio de esta presencia y cercanía.
Dar gracias por mi nombre. Sentirme amado, elegido, llamado, respetado, salvado. Descubrir, agradecer y ofrecer las innumerables facetas y tesoros que hay en mí.
Escuchar, acoger y hacerle sitio en mí a la Buena Noticia. Leer el Evangelio, masticarlo, rumiarlo. Dejarnos sorprender. Y después, esperar y esperar, soñar y soñar… con Dios.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Nuestra Señora de Guadalupe



Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor.
Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena felicidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa. Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.
Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.
Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver e El, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma. Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra. Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, Amén.
Oración de Juan Pablo II

sábado, 11 de diciembre de 2010

3° DOMINGO DE ADVIENTO


EMISARIOS DE JUAN BAUTISTA
Mt 11, 2-11

La figura de Juan Bautista, para Mateo es de especial atención. Es probable que tenga presente los grupos de discípulos de Juan que existían en su época, y que trate de orientar la relación que mantienen los cristianos con esos grupos. Ante la polémica en torno a quien era mayor, si Juan o Jesús, deja zanjada la cuestión: Juan es más que un profeta, es el precursor de Jesús, el mensajero; pero el Mesías esperado, el que realiza los signos anunciados por los profetas, ése es Jesús.

Distinguimos en este texto dos partes: la respuesta a los enviados del Bautista; y la declaración de Jesús sobre Juan.
El comportamiento de Jesús, parece ser, no responde al ideal mesiánico de Juan. Éste, en la cárcel por haber criticado a Herodes, al ver que las obras de Jesús no son como él había pensado, al comprobar que decepcionaban a sus compatriotas, que el pueblo no se convertía, que crecían los conflictos con los jefes…, se siente débil y angustiado, y envía a dos de sus discípulos para que pregunten directamente a Jesús si Él es el Mesías.
Es de observar que Jesús no responde directamente a la pregunta, sino que remite a sus obras (una historia que está a la vista de todos) y a las Escrituras. Sus signos, contemplados a la luz de los oráculos proféticos, revelan claramente que él es el Mesías, el que tenía que venir. Él cura al pueblo de sus heridas, enfermedades y carencias, le da vida y anuncia la Buen Noticia a los pobres. La respuesta de Jesús, como respuesta evangélica, orienta a Juan y a todos los demás. Pero todos están de acuerdo con su estilo de vida, con sus obras, con su forma de vivir el mesianismo. De ahí que el mismo Jesús tenga que proclamar: “Y dichoso el que no se escandalice de mí”.
La declaración de Jesús sobre Juan consta de tres preguntas dirigidas al público. Las dos primeras tienen una respuesta negativa: Juan no es un predicador oportunista ni in lujoso cortesano. La respuesta a la tercera es, sin embargo, positiva: Juan es un profeta, y más que un profeta, es el precursor del Mesías, es Elías, el que tenía que venir a prepararle el camino. La grandeza de Juan no estriba solamente en el vigor de su carácter, en la rectitud de su obrar, en la austeridad de su vida; está, ante todo y sobre todo, en la respuesta a su vocación de profeta y precursor del Mesías.
Juan es grande: no obstante, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. Afirmación que no es fácil de entender pero en la que al menos una cosa está clara: pertenecer al reino de los cielos supera cualquier otra grandeza.

Los gestos liberadores

Las obras que Jesús presenta a los enviados de Juan Bautista no son gestos justicieros, sino servicio liberador a los que necesitan vida. El gesto que mejor revela su verdadera identidad es su tarea de curar, sanar y liberar la vida; así responde a la pregunta de Juan. Sus obras manifiestan quién es en toda su plenitud.
No estamos acostumbrados a descalificar o arrinconar apresuradamente cualquier gesto de acogida, servicio personal o presencia solidaria junto a los desvalidos, como una actitud sospechosa de reformismo, incapaz de renovar nuestra sociedad. Pensamos con ingenuidad que el pueblo nuevo, liberado y solidario, nacerá sólo del cambio de estructuras, de un vuelco radical, de un nuevo orden internacional. Hay, sin embargo, ciertos seres que lo que realmente necesitan para vivir y sentirse esperanzados, es simplemente un poco de ternura. En el Evangelio hay una teología de la ternura que siempre es curativa y liberadora. Se ejerce con palabras, con las manos, con los ojos, con el corazón…, y se concreta con caricias, besos, comidas en común, diálogos, contactos, abrazos… Son los verdaderos gestos liberadores. Si algo caracteriza la vida de Jesús de Nazaret es u amor apasionado a la vida. Es necesario luchar con firmeza y tenacidad contra toda forma de injusticia y opresión, desenmascarando los mecanismos sociales que las generan. Pero no es suficiente para liberar a los hombres y mujeres y hacer surgir el reino de Dios. Gestos liberadores son los que cargados de ternura y ofrecen un horizonte nuevo a las personas, como los de Jesús. Sólo éstos anuncian y hacen presente el Reino.

¡Dichoso el que no se escandalice de mí!

Sería monstruoso pensar en un Dios que se acerca a los hombres precisamente para agravar nuestra situación e impedir nuestra felicidad. Cuando Jesús, encarnación del mismo Dios, se presenta al Bautista lo hace como de alguien que ayuda a ver, que ofrece apoyo para caminar, que limpia nuestra existencia, que pone vida y Buena Noticia en nuestras vidas. Pero el Dios de la ternura y de la vida también puede defraudar. Hay personas que se han hecho un Dios a su imagen y semejanza y por nada del mundo quieren desprenderse de él. El Dios encarnado rompe sus parámetros. De ahí que el mismo Jesús dijera: ¡Dichoso el que no se escandaliza de mí!
Dios es siempre el mismo: perdón sin límite, comprensión en la debilidad, consuelo en la mediocridad, esperanza en la oscuridad, amistad en la solidad, ternura en la lucha, vida siempre. ¡Dichosos los que descubren que ser creyente no es odiar la vida sino amarla, no es bloquear o mutilar nuestro ser sino abrirlo a sus mejores posibilidades!

Elogio de Juan Bautista

Un hombre fiel a sí mismo y a su misión. Austero, firme, lleno de coraje y esperanza. Nada de lujoso cortesano, nada de predicador oportunista. Pero a la vez, un hombre solo, encarcelado, sin poder ejercer su misión, con la duda en las entrañas: “¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro?”. Este es el Juan Bautista. Éste es el precursor. El elogio que Jesús hace de él nos revela qué es lo que cuenta para Dios y qué es lo que nos hace grandes en el Reino: Anunciar la Buena Noticia, preparar el camino del Señor. A pesar de nuestras dudas, de nuestras carencias, de nuestros falsos o desvirtuados ideales y esperanzas…, Jesús tiene su elogio para nosotros.

Siempre hay justificaciones

Para el que no quiere entrar en la dinámica del Reino siempre hay excusas al alcance de la mano. Se rechaza una actitud, se critica una propuesta y luego otra… Siempre hay motivos, justificaciones y excusas para quien no quiere cambiar ni convertirse. Es la prueba de la falta de sinceridad. Hoy diríamos “falta de voluntad política”, “falta de compromiso histórico”. Nada convence, todo es criticable. Los signos de los tiempos pierden su calidad de signos, pues los envolvemos en ambigüedad. La Buena Noticia pierde garantía y es un producto más. Hemos desabsolutizado las mediaciones, y hemos hecho bien. Pero al desabsolutizarlas las hemos trivializado en vez de buscar rasgos de verdad y de liberación que en ellas se nos ofrecían. Siempre hay justificaciones para no sentirse interpelado, para no entrar en la dinámica del Reino, para hacer lo que nos apetece.

Para la meditación:

Preguntar con ánimo de aprender. Preguntar como Juan Bautista.
Tener ojos, mente y corazón bien abiertos. Todos los sentidos para descubrir, ver, escuchar, palpar, gustar, sentir la Buena Noticia de Dios.
Discernir. Ver cuál es la mejor manera de esperar a Dios y su Reino. Cuál es la mejor manera de prepararse para recibirlo y de vivir cada día como si fuera Navidad o Pascua. Con alegría y esperanza.
Hablar bien de las personas. Aprender de Jesús que habló bien de Juan. Saber descubrir lo bueno y positivo, los brotes de justicia y fraternidad que hay en cada uno, en todos los que nos roden. Hacerlo es orar evangélicamente, como Jesús.
Dar gracias por los signos de vida. Por los que hay junto a nosotros y por los que se dan en otros lugares. Por lo que vemos y oímos. Por nuestra comunidad y el mundo. Por los que pertenecen a otros grupos y religiones. No escandalizarnos por la presencia y fuerza del bien, aunque éste nos supere y desconcierte.

jueves, 9 de diciembre de 2010

San Juan Diego



Primera Aparición (Nican Mopohua, vv. 3-13)

Sucedió que en el año 1531, a los pocos días del mes de diciembre, había un caballero indio, pobre pero digno, su nombre era Juan Diego, casa teniente, por lo que se dice, allá en Cuautitlán, y en lo eclesiástico, jurisdicción eclesiástica de Tlaltelolco.
Era sábado, muy de madrugada, Juan Diego, indio bautizado en la fe cristiana, iba a la enseñanza de la doctrina a Tlaltelolco, a oírla de los evangelizadores franciscanos, cuando, al llegar al costado del cerrito, en el sitio llamado Tepeyac, despuntaba el alba. En ese momento, oyó claramente cantar sobre el cerrito, como cantan diversos pájaros preciosos. Al interrumpir su gorjeo, como que les coreaba el cerro, sobremanera suaves, agradabilísimo, su trino sobrepujaba al del coyoltototl y del tzinitzcan y al de otras preciosas aves canoras. Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo:
¿Por ventura es mi mérito, mi merecimiento lo que ahora oigo? ¿Quizá solamente estoy soñando? ¿Acaso estoy dormido y sólo me lo estoy imaginado? ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso ya en el sitio del que siempre nos hablaron los ancianos, nuestros antepasados, todos nuestros abuelos: en su tierra florida, en la tierra de nuestro sustento, en su patria celestial?
Tenía fija la mirada en la cumbre del cerrito, hacia el rumbo por donde sale el sol, porque desde allí algo hacía prorrumpir el maravilloso canto celestial.
Y tan pronto como cesó el canto, cuando todo quedó en calma, entonces oyó que lo llamaban, de arriba del cerrito, le hablaban por su nombre: «– Mi Juanito, mi Juan Dieguito –». En seguida, pero al momento, se animó a ir allá donde era llamado. En su corazón no se agitaba turbación alguna, ni en modo alguno nada lo perturbaba, antes se sentía muy feliz, rebosante de dicha. Subió pues al montecito, fue a ver de dónde era llamado.

¡Señora y Niña nuestra!
Salve, tú que acogiste la idea india de leerte en las fechas,
Salve, tú que te revelaste como Madre en el monte materno,
Salve, tú que iniciaste tu diálogo con sublimes gorjeos,
Salve, tú que de los ancianos acoger quisiste la recia sabiduría.
Salve, tú que en uno uniste al cielo de tu Hijo ya la tierra florida de nuestros ancestros.
Salve, sol que al sol iluminas y del oriente naces,
Salve, Canto precioso, deleitable y suave, voz amorosa que por nombre nos llama.
Salve, color inédito de nuestra nueva raza.
Salve, tú que animaste a acudir al instante a tu hijo Juan Diego,
Salve, tú que de los corazones todo miedo remueves,
Salve, tú que eres la fuente de nuestra alegría.
Salve, tú que siempre a lo alto nos estás convocando.
Salve, ¡Flor de las flores!Salve

miércoles, 8 de diciembre de 2010

INMACULADA CONCEPCION DE MARIA


ANUNCIO DEL NACIMIENTO DE JESUS
Lucas 1, 26-38

La narración nos da primeramente los datos fundamentales de María: “Joven de Nazaret, prometida a un hombre de la estirpe de David, de nombre José”. A partir de aquí, se nos describe el acontecimiento siguiendo el esquema clásico del género literario de las anunciaciones:
· Saludo del enviado de Dios, en este caso Gabriel.
· Extrañeza y turbación de María, la elegida.
· El enviado invita a la tranquilidad y comunica el mensaje.
· Pregunta del elegido, en este caso María.
· Nueva explicación, seguida de la aceptación de la elegida y la retirada del enviado.

A pesar del paralelismo entre el anuncio de Jesús y el de Juan Bautista, Lucas pone de manifiesto una serie de contrastes con hondo significado teológico:

· En cuanto al lugar. El anuncio del nacimiento de Juan Bautista queda encuadrado en el marco solemne del “santuario”, o sea, en el Templo de Jerusalén. El de Jesús, en Nazaret, un pequeño lugar de Galilea, región paganizada. Nazaret no es nombrado jamás en el AT, no está ligado a promesa o expectación mesiánica alguna.
· En cuanto al destinatario. Aun cuando el mensajero es el mismo, el primer anuncio se dirige a Zacarías, hombre ligado a la institución religiosa, sacerdote, casado con Isabel, ambos irreprochables y que seguían escrupulosamente todos los mandatos y leyes del Señor; pero no tenían hijos porque Isabel era estéril, y los dos, eran de edad avanzada. El segundo mensaje se dirige a maría: mujer, joven/virgen, recién desposada pero sin convivir todavía con un hombre; a propósito de ella no se menciona ascendencia alguna; la nueva pareja se entronca con la estirpe de David, pero por línea masculina; no se habla de la observancia. A diferencia de Isabel, que había esperado en vano tener un hijo, María va a dar a luz cuando todavía no lo esperaba. María representa a los “pobres de Israel”, al Israel fiel a Dios y sin relevancia social.
· En cuanto a la actitud. Zacarías se sobresaltó y se llenó de miedo, se mostró incrédulo, pidió pruebas, no dio su consentimiento. ¡El Israel más religioso había perdido toda esperanza de liberación. María se turba al sentirse halagada; inmediatamente se pone a ponderar el sentido del saludo, tiene fe en las palabras del mensajero de no verlo humanamente viable, no pide pruebas o garantías, pregunta sencillamente el modo como esto puede realizarse y da su plena aprobación al anuncio del ángel.
· El paralelismo y contraste continúa entre Juan y Jesús. Ambos serán grandes. El primero será el más grande de los nacimientos de mujer por su talante ascético y su condición de profeta. Jesús en cambio, será grande por su filiación divina, por eso lo reconocerán como Hijo del altísimo. Y a diferencia de Juan Bautista, que va a recibir el Espíritu antes de nacer pero después de su concepción al modo humano, Jesús será concebido por obra del Espíritu, la fuerza creadora de Dios.

El saludo del ángel

“Alégrate/Salve” era el saludo normal de aquella época en griego. Es digno de resaltar, sin embargo, que la primera palabra de parte de Dios a los hombres, cuando el Salvador se acerca al mundo, es una invitación a la alegría.
El término “muy favorecida/agraciada/llena de gracia” y la expresión “Dios te ha concedido su favor” son equivalentes. La elección de Dios es siempre una gracia, un don, al quien nos plenifica. La elección de Dios no destruye ni nuestra libertad ni nuestro auténtico ser.
“El Señor está contigo” indica la elección y solicitud de Dios por un determinado personaje y asegura la destinatario la ayuda permanente de Dios para que lleve a cabo una misión humanamente imposible.
La presencia de Dios es siempre portadora de alegría y de paz, de ahí la invitación del ángel: “Tranquilízate”. Este saludo vale también para cada uno de nosotros puesto que somos elegidos de Dios y llevamos con nosotros a Jesús resucitado. Todo cristiano es, decían los padres apostólicos, “cristóforo”, portador de Cristo.

La buena noticia: quién es el que nace.

Jesús es descrito con los rasgos mesiánicos del AT: “Será grande, Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará para siempre en la casa de Jacob, su reino no tendrá fin, lo llamarán Consagrado”. Lucas añade “Hijo de Dios” para describir la relación misteriosa que lo une al Padre. Una relación que, según Lucas, existe desde su nacimiento por obra del Espíritu. Jesús significa “SALVADOR”, “DIOS SALVA”. Dios cumple su promesa.

María da su consentimiento: “He aquí la esclava del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. La palabra “sierva, esclava” significa pertenecía a Dios. Condición que expresa disponibilidad en la aceptación de su voluntad. La Palabra de Dios es un don, pero éste deber ser admitido por la libertad humana. Dios sólo puede desplegar la fuerza del Espíritu a través de personas que se presten libremente a llevar a término su proyecto sobre el ser humano, un proyecto abierto a la utopía. ¡No hay que confundir el proyecto de Dios con nuestros anhelos y previsiones!. María nos enseña a estar abiertos a la novedad y utopía de Dios.

La pequeñez y la humildad de María no le impiden entablar un dialogo con el enviado de Dios. Ella no se limita a escuchar y aceptar su anuncio, su fe es un acto libre, por ello requiere, desde saber cómo sucederá lo que es comunicado. La fuerza del Espíritu suscita en ella una participación activa; es la colaboración de alguien que se sabe en manos de Dios. El Sí a su maternidad nos comunica al Mesías. María ocupa, de este modo, su lugar en la historia de la salvación. La encarnación es fruto de la fuerza del Espíritu y de la disponibilidad de María.

domingo, 5 de diciembre de 2010

2° DOMINGO DE ADVIENTO




JUAN, el Precursor
Mt 3, 1-12

Juan Bautista fue un personaje importante, un guía carismático de un movimiento de corte popular. Su mensaje estaba centrado en la urgencia de la conversión. El bautismo, un rito de purificación a través del agua, frecuente en algunos grupos judíos, era el sello de esta conversión. La predicación de Juan Bautista tuvo gran éxito y atrajo a multitud de personas de todos los estratos sociales.
El comienzo de la vida pública de Jesús estuvo muy relacionado con el movimiento de Juan.
Para un paladar moderno resulta indigesto este individuo que practica una dieta a base de saltamontes y miel silvestre. Para hoy no sería un portavoz que tuviera acreditación. Ninguna empresa le confiaría sus relaciones públicas. Ninguna orden o comunidad le encargaría reclutar vocaciones. En muchos ámbitos eclesiásticos crearía, más que otra cosa, situaciones incomodas. Además aparece en el desierto, no en el templo. Y pregona a todos los que acuden la conversión, el cambio de vida. No trata de agradar, lisonjear o desencadenar aplausos.

Juan, reconociendo la fuerza del que viene detrás de él y su bautizar con el Espíritu y fuego, no hace sino proclamar la condición mesiánica de Jesús. La fortaleza y el don del Espíritu son prerrogativas, tal como lo habían anunciado los antiguos profetas.
Mateo es el único que presenta a Juan con rasgos más cristianos. Resume la predicación del Bautista con las mismas palabras que resumiría más adelante la predicación de Jesús: “Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos”; así su presencia inaugura la llegada del reino de Dios y es un signo evidente de ella.

“Conviértanse”. Algunos textos, en vez de traducir la palabra griega “matanoia” por conversión, lo hacen por arrepentimiento o enmienda. La metanoia se corresponde mejor con la expresión española “cambio de vida”. La conversión/metanoia no puede confundirse con el simple cambio de vida o con un cambio superficial, o con el mero hecho de confesarse o reconocer lo negativo. Es un cambio radical y total, que afecta a todo nuestro ser y a todas las dimensiones de nuestra existencia y que nos lleva a vivir y obrar de cara al Dios justo. Es volverse hacia Dios y, como Él, obrar la verdad, la justicia y el amor.

“No se hagan ilusiones pensando que Abraham es su padre”. No hay privilegios para nadie. Ni siquiera el ser hijos de Abraham, cosa de la que se gloriaba todo israelita, libra de practicar la justicia y convertirse. No es la raza lo que cuenta, ni la simple pertenencia institucional a esto o lo otro. Extendiendo esta idea, diremos que tampoco da privilegio alguno el ser cristiano, estar bautizado, participar en el culto eclesial, recibir los sacramentos, pertenecer a una comunidad, etc. Lo que Juan predica, lo que el Reino pide, es la conversión.

“Den el fruto que corresponde a la conversión”. La verdadera conversión se manifiesta, ante todo, en los frutos. El fruto va más allá de la mera carencia del mal o pecado. El fruto es la expresión de un nuevo estilo de vida. No basta con no hacer mal; es necesario hacer el bien, practicar la justicia, dar frutos de conversión.

“El juicio de Dios”. Las referencias “al castigo inminente, al hacha, al ser cortado y echado al fuego”, así lo muestran, Juan lo que anuncia y proclama es, sobre todo, la justicia de Dios hecha realidad, el juicio de Dios. En la Biblia, hablar de justicia/juicio de Dios, no es tanto hablar de castigo cuanto la liberación y salvación. Que Dios sea justo, como repiten una y otra vez los profetas, quiere decir que es liberador, que hace justicia a los pobres, que exige se respete el derecho de los pequeños y oprimidos, que es recto y no se deja sobornar por la palabra engañosa o el culto al vacio. Por eso, al juicio/castigo de Dios, hay quien lo teme porque pone al descubierto la vaciedad y falsedad de sus criterios y vida, y hay quien lo anhela, porque Él le libera, le salva y le da dignidad para vivir.

“Yo los bautizo con agua… Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Para comprender estas palabras hemos de adentrarnos en su simbolismo y en la expectación en que vivía entonces el pueblo de Israel. Existía la creencia generalizada de que pronto Dios enviaría a su Ungido (=Mesías), el cual instauraría el reino de Dios. De ahí, que Juan se presente como el precursor que prepara el camino a uno más fuerte que él: el Mesías, el Señor: el Mesías sumergirá a la humanidad, no en las aguas del Jordán, sino en la profundidad de Dios, simbolizado por el Espíritu (=viento) y el fuego. En la Biblia, la salvación es presentada frecuentemente como un viento o soplo divino (eso es lo que quiere decir “espíritu”) que permite separar lo bueno de lo malo, como el viento permite aventar la parva y separar el grano de la paja. También los profetas compararon a Dios y su justicia con el fuego. El fuego quema la paja, lo que no tiene consistencia, y purifica todo lo demás. El viento y el fuego (dos símbolos que aparecen en Pentecostés cuando el Espíritu desciende sobre los apóstoles; son símbolos de Teofanía o manifestación de Dios al ser humano. Así, el ser humano, ante la irrupción de Dios y su Reino, se queda desnudo. Podrán intentar acallar el silbido del viento o apagar la llama del fuego, pro no lo logrará. El Mesías actuará con su poder y justicia. Y su juicio pondrá al descubierto lo que cada uno es.

La afluencia masiva del pueblo hacia el desierto, hacia la voz del profeta que grita algo nuevo al margen de las instituciones, muestra seducción de la Palabra de Dios cuando se proclama al desnudo y en directo. El Evangelio, ayer y hoy, se niega a ser domesticado o manipulado por los “fariseos” (observantes de la Ley y cumplidores rituales de tradiciones) o por los “saduceos” (clase dominante que acapara el dinero y el poder).

Reflexionamos:
Escuchar las voces que claman en el desierto. Hoy, un grito estridente y doloroso resuena e nuestro mundo. Es el clamor de los pobres, los indefensos, los atropellados por la injusticia, los ancianos, los humillados, los manipulados, los emigrantes, los que carecen de trabajo… Es una voz que nos urge a preparar el camino del Señor, socializando más nuestra vida y cambiando estructuras. Es una voz que nos habla de allanar, enderezar, igualar para que el reino de Dios se acerque, para que todos podamos ver la salvación de Dios. ¿Se puede orar es escuchar esas voces?
Escuchar el mensaje de Juan Bautista. No valen las justificaciones, ni el hacerse ilusiones. De poco sirve quedarse en las palabras. Hemos de dar dignos frutos de conversión. Y éstos se notan, manifiestan una realidad personal y social, un cambio visible, un cambio que llama la atención de nosotros mismos y de los demás. Escuchar las palabras de Juan Bautista y dejarse seducir por la Palabra de Dios, y dejarnos interpelar por nuestros propios cambios y frutos, eso es orar.
Ver cómo voy vestido. Fijarme y tomar conciencia de cómo visto y como, de dónde vivo, de todo lo que tengo de superfluo e innecesario… darme cuenta de mi aspecto externo y también de mi interior. De los lugares y personas que frecuento y también de los que evito. Ver si uso máscaras y disfraces. Y el por qué de ello. Mirarme y dejarme mirar. No engañarme. Orar es entrar dentro de nosotros acompañados por Dios para conocernos y convertirnos.
Ser profeta. El profeta cristiano siempre habla en nombre de Dios, no en nombre propio. El precursor siempre habla en nombre del que viene. Ver en nombre de quién hablo yo. Ver si hago de precursor o vivo escondido. Ver si mi voz clama ante la injusticia o calla por miedo. Orar es ejercitarse como profeta y precursor, aquí y ahora, en este lugar en el que estoy y vivo. Orar es aprender de Juan Bautista… Empezar a decir las verdades que hieren, las verdades que curan y salvan.
Acercarme al agua o/y al fuego. Experimentar el poder purificador de ambos. Lavarme y sentirme limpio y fresco; acercarme al fuego y sentirme acrisolado y con vida. Ver ambas cosas como algo simbólico que me acerca a Dios. Agradecer los símbolos, los sacramentos, todo lo que me lo revela o me acerca a Él.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Intenciones del Santo Padre




La intención general del Apostolado de la Oración del Papa para el mes de diciembre:

“Para que la experiencia del sufrimiento sea ocasión para comprender las situaciones de malestar y de dolor de las personas solas, enfermos y ancianos, y estimule a todos a salir a su encuentro con generosidad“.

Su intención misionera: “Para que los pueblos de la tierra abran las puertas a Cristo y a su Evangelio de paz, fraternidad y justicia“.

domingo, 28 de noviembre de 2010

1° DOMINGO DE ADVIENTO


EL SEÑOR VIENE. ESTEMOS ATENTOS.
Mt 24, 37-44

Los capítulos 24 y 25 constituyen el quinto y último discurso del Evangelio de Mateo, que suele llamarse discurso escatológico, porque nos habla de los últimos acontecimientos y definitivos, sobre el final de la historia y del mundo (eschaton=último, definitivo). Debido a que habla de la venida definitiva del Hijo del Hombre, con poder y gloria recibe, también, el nombre de discursos sobre la parusía (”parusía” significa “presencia” y equivale a la venida o manifestación gloriosa y definitiva del Señor). Otras veces, por el lenguaje e imágenes que usa, se le da el nombre de discurso apocalíptico (“apocalíptico” género literario en el que a través de visiones que hablan de tribulaciones y cataclismos cósmicos se nos revela la salvación y se proyecta ansiosamente la mirada hacia el futuro del que se espera llegue la liberación).

La finalidad del discurso escatológico no es describir el futuro sino orientar a los discípulos hacia él e invitarles a vivirlo en vigilancia. Jesús describe su venida definitiva como “la venida del Hijo del Hombre”

Este domingo responde a la pregunta por el cuándo. El momento es incierto y llegará en medio de la normalidad, se nos dice. De ahí la insistencia de estar atentos, vigilantes y vivir con lucidez.

Vivir con lucidez es la principal recomendación de Jesús en su discurso sobre el retorno del Hijo del Hombre. Es una llamada a vivir atentos a los signos de los tiempos, a no dejarnos de atrofiar por el activismo, la ligereza, la superficialidad y la incoherencia; a despertarnos a la fe con responsabilidad personal y social. Y es que el momento, por una parte incierto. “Nadie sabe nada… solo el Padre”, es una afirmación de continuo. Pero esta ignorancia sobre el día y la hora ha de conjugarse con la certeza de que el Hijo del Hombre vendrá en el momento más insospechado: llegará en medio de la normalidad, como el diluvio en tiempos de Noé sin señal alguna extraordinaria.

Los dos ejemplos que ilustran esta exhortación insisten en el descuido de los contemporáneos de Noé y del amo de la casa; en la llegada imprevista del diluvio y del ladrón, y en la ruina que provocan ambos acontecimientos. Lo mismo sucederá a la comunidad cristiana, si confiada en la tardanza de su Señor, se descuida y no vive en tensión de espera, en espera activa y comprometida.

A veces vivimos a la espera de algo extraordinario y sólo nos fijamos y estamos atentos a los acontecimientos que parecen romper la normalidad de la vida. Mientras tanto, nos afanamos por vivir y trabajar –como los contemporáneos de Noé que comían, bebían y se casaban, o los de Jesús que trabajaban en el campo o molían en casa- pero somos ajenos a lo que acontece desde Dios, a su juicio y a su venida en el diario vivir, a la verdadera historia de salvación. Vivimos y trabajamos, pero somos ajenos a la injusticia, al anhelo de paz, a los dolores de parto del mundo, a la insolidaridad, a la idolatría

“Estén en vela, estén preparados, vigilen” es la recomendación de Jesús. Esta actitud nada tiene que ver con el indagar curiosamente sobre el cómo y el cuándo; ni con un esperar pasivo que aguarda señales o acontecimientos sorprendentes. Y tiene mucho que ver con un estilo de vida que vive cada instante como don y señal de Dios; que se entera en la historia, de lo que acontece, y sabe discernirlo; que no se deja embaucar ni vive dormido ni ajeno a los signos de Dios. Es un vivir con lucidez, con hondura, tendiendo hacia el Reino, haciendo camino, madurando, acogiendo la salvación de Dios.

El vivir sin privaciones, la falta de compromisos duraderos, la perdida de horizonte, la incertidumbre ante el futuro, el desencanto político, la rigidez eclesial y otros factores, están haciendo nacer un hombre, una mujer, una persona sin metas ni referencias, espectadora pasiva de la historia, buscadora de su propia seguridad, individualista e insolidaria. Un ser humano que necesita escuchar urgentemente las palabras del Evangelio de hoy: “Vigilen, estén preparados.

Hay que vivir en esperanza y despertando en esperanza es nuestro llamado en este tiempo del Adviento. Es un programa de vida, un reto, una tarea. Minados por el pecado, la cobardía o la mediocridad, los cristianos nos encontramos sin fuerzas para generar esperanza, defraudando nuestra propia identidad y misión. Vivimos sin horizonte, sin futuro, sin objetivos adecuados. Más que gozar de nuestra liberación y esperar nuestra salvación y plenitud nos aferramos a lo que tenemos. La venida del Señor se nos presenta más como la di un ladrón que nos despoja que como la de un padre que nos plenifica. Y, sin embargo, lo que caracteriza al cristiano es una manera de enfrentarse a la vida desde la esperanza arraigada en Cristo. Se pierde esta esperanza lo pierde todo.

Esta esperanza no se basa en cálculos; no es el optimismo que puede nacer de unas perspectivas halagüeñas sobre el porvenir, tampoco se trata de un olvido ingenuo de los problemas. La esperanza cristiana es el estilo de vida de quienes se enfrentan a la realidad enraizada y edificada en Jesucristo. Sólo en la medida en que Cristo entra y orienta todas las dimensiones de nuestra vida, podemos decir que su venida es liberadora y salvadora. Sólo en la medida que Cristo tiene consistencia en nuestra vida podemos vivir de cara a Ël, anhelando la plenitud.

A pesar de nuestros problemas y carencias vivimos en una sociedad que tiene la patología de la abundancia. Uno de sus efectos graves y generalizados es la frivolidad: la ligereza en el planteamiento de los problemas más serios de la vida; la superficialidad que lo invade todo. Este cultivo de lo frívolo se traduce, a menudo, en incoherencias fácilmente detectables entre nosotros.

Se descuida la educación ética o se eliminan los fundamentos de la moral, y luego nos extrañamos por la corrupción de la vida pública. Se invita a la ganancia de dinero fácil, y luego nos lamentamos de que se produzca fraudes y negocios sucios. Se educa a los hijos en la búsqueda egoísta de su propio interés, y más tarde nos sorprende que se desentiendan de sus padres ancianos. Cada uno se dedica a lo suyo, ignorando a quien no le sirva para su interés o placer inmediato, y luego nos extrañamos de sentirnos terriblemente solos. Se trivializan las relaciones extramatrimoniales, y al mismo tiempo nos irritamos ante el sufrimiento inevitable de los fracasos y rupturas de los matrimonios. Nos alarmamos ante esa plaga moderna de la depresión, pero seguimos fomentando un estilo de vida agitado, superficial y vacio. Nos sentimos amenazados por las cifras corrientes del desempleo y al mismo tiempo nos aferramos a nuestro puesto de trabajo y hasta metemos horas extras por conservarlo. Hablamos de justicia y solidaridad, pero son pocos los que se replantean su estilo de vida y status social.

De la frivolidad sólo es posible liberarse despertando, reaccionando con vigor y aprendiendo a vivir de manera más lúcida. Éste es precisamente el rito del Evangelio de hoy; “vigilen, velen, estén preparados”. Nunca es tarde para escuchar la llamada de Jesús a vivir vigilantes, despertado de tanta frivolidad y asumiendo la vida de manera más responsable.

sábado, 27 de noviembre de 2010

VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA

Oración de Acción de Gracias

Virgen Milagrosa, mírame delante de ti, lleno de alegría,
para darte las gracias por el favor que me has concedido.
He reconocido por experiencia que siempre escuchas las peticiones
que te hacemos y que tu Medalla es prenda de protección y de paz.
Continúa, Virgen Milagrosa, otorgándonos favores y acercándonos cada día más al Señor.

OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A TI (tres veces)

jueves, 25 de noviembre de 2010

Santa Catalina de Alejandría, virgen y mártir

Natural de Alejandría fue una mujer de noble cuna que estudió filosofía. Se convirtió al cristianismo inspirada por un sueño de un ermitaño. Después, convirtió a la esposa del emperador Majencio, a un oficial y a doscientos soldados. En venganza, el emperador reunió a cincuenta eruditos paganos y la retó a un debate religioso. Después de una larga y acalorada discusión, las palabras de Catalina indujeron a los cincuenta eruditos a convertirse. Majencio ordenó que la ataran a un potro, que la despedazó enseguida. Después fue decapitada. Es patrona de la elocuencia, los filósofos, los predicadores, las solteras, las hilanderas y los estudiantes

lunes, 22 de noviembre de 2010

SANTA CECILIA, Virgen y Mártir

Según una antigua tradición, la santa pertenecía a una de las principales familias de Roma, que acostumbraba vestir una túnica de tela muy áspera y que había consagrado a Dios su virginidad. Sus padres la comprometieron en matrimonio con un joven llamado Valeriano, pero Cecilia le dijo a éste que ella había hecho voto de virginidad y que si él quería ver al ángel de Dios debía hacerse cristiano. Valeriano se hizo instruir por el Papa Urbano y fue bautizado. Las historias antiguas dicen que Cecilia veía a su ángel de la guarda. El alcalde de Roma, Almaquio, había prohibido sepultar los cadáveres de los cristianos. Pero Valeriano y Tiburcio se dedicaron a sepultar todos los cadáveres de cristianos que encontraban. Por eso fueron arrestados. Llevados ante el alcalde, éste les pidió que declararan que adoraban a Júpiter. Ellos, defendieron su fe y murieron mártires. En seguida la policía arrestó a Cecilia y le exigió que renunciara a la religión de Cristo. Ella declaró que prefería la muerte antes que renegar de la verdadera religión. Entonces fue llevada junto a un horno caliente para tratar de sofocarle con los terribles gases que salían de allí, pero en vez de asfixiarse ella cantaba gozosa (quizás por eso la han nombrado patrona de los músicos). Visto que con este martirio no podían acabar con ella, el cruel Almaquio mandó que le cortaran la cabeza. En 1599 permitieron al escultor Maderna ver el cuerpo incorrupto de la santa y él fabricó una estatua en mármol de ella, la que se conserva en la iglesia de Santa Cecilia en Roma.